lunes, septiembre 13, 2004

El absurdo espectáculo de los encierros se cobra dos vidas.

Este fin de semana he estado en Ampuero (Cantabria). Miles de personas bailábamos y reíamos el sábado por la noche en unas animadas fiestas hasta altas horas de noche. Sólo unas horas después unos toros de más de 500 kilos mataron a dos personas en un dantesco encierro y dejaron malheridas a decenas de personas en una auténtica carnicería humana. Al margen de la barbaridad que supone el que por primera vez corrieran por las calles de Ampuero toros de cinco años en lugar de novillos sin que muchos de los que corrían lo supieran, el suceso invita a una reflexión. ¿Es lógico que en pleno siglo XXI se permitan espectáculos como este que ponen en riesgo la vida de muchas personas sin que el propio encierro tenga ningún objetivo o justificación más allá del propio peligro? Yo apoyo las corridas de toros en las que un profesional entrenado se juega la vida en un verdadero espectáculo artístico. ¿Pero qué sentido tiene soltar a unas fieras por la calle para que un gentío en el que abundan los borrachos, las personas mayores o los menores de edad ponga su vida en peligro a una tempranísima hora de la mañana? Yo prohibiría todos lo encierros de modo inmediato.

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